CRÓNICAS DE UNA MADRE ESTRESADA: LOS ANÁLISIS

Soy una madre estresada como el 99% de las que conozco…

No hay momento más trágico en la vida de cualquier persona que el hecho de que te pongan en evidencia en público y más aún si es tu propia madre la que continuamente se empeña en ridiculizar toda tu existencia.

No tengo bastante con el día a día con mis hijos, la Aupair, el marido, la casa, la compra y demás brownies que me ha regalado la vida que encima tenga que soportar escenas humillantes cada dos por tres.

Pues bien, esta mañana he vivido nuevamente un episodio de humillación pública a manos de la mujer que me dio la vida y ha sido en el Centro de Salud de mi barrio.

Para poneros en antecedentes, mi madre llevaba más de tres meses dándome la tabarra para acudir al centro de salud a hacerse unos análisis porque se notaba muy cansada y creía que podía tener «norexia» , como dice ella.

A mi me pareció un poco raro que, de un día para otro, le entrasen las prisas por hacerse un análisis ya que por un lado, siempre ha tenido pánico a las agujas y se pone nerviosísima cuando tienen que pincharla y por otro, se pasa el día comiendo así que las probabilidades de que sufra esta terrible enfermedad son mínimas y encima se está poniendo como un toro salvaje en todos los sentidos así que por ese sentido no tenía ningún miedo a que saliese algo raro en ellos.

Eso si, me daba la sensación de que últimamente quería llamar nuestra atención de una forma u otra, comportándose como los niños pequeños, ni come, ni deja comer.

Bueno, pues el caso es que a las 8 y media de la mañana teníamos que estar en el centro de salud para la correspondiente prueba así que a las 6 y media he recibido una llamada de la buena mujer diciéndome que como podía meter el dichoso pis en el bote correspondiente porque había recogido la muestra del día anterior y le habían dado un tubo enano y no sabía cómo se utilizaba.

Después de intentar darle varías explicaciones de cómo se debía introducir el líquido en el tubo y tras empezando a ver que mi madre estaba en proceso de realimentación total me acerqué a su casa a toda prisa para intentar evitar cualquier desastre posterior.

  • ¡ Esto es una mierda!- A mi que no me vengan con estos adelantos porque yo no estoy dispuesta a pasar por ahí. Tanto bote para luego nada.
  • Espera que voy a intentarlo yo. Solamente tienes que seguir las intrucciones – tenía que intentar adoptar la mentalidad Zen desde primera hora de la mañana- y se hace enseguida.
  • Pues yo he llenado este bote con el orín y se lo voy a llevar así. Lo he lavado bien y listo.

Mi cabeza giró hacia donde tenía el bote y atónita pude comprobar que había metido la muestra en un bote de cristal de los potitos que tomaban mis hijos de pequeños.

. ¡ Pero que coño has hecho!- ¿Es que no sabes que has alterado los valores de la muestra? ¡Ahora no va a servir para nada! – el momento Zen me duró un segundo y empecé a ponerme roja de ira.

  • Tu dejamé que estando bien limpio ahí no entra ningún bicho.
  • ¿Pero es que no sabes que los líquidos para desinfectantes son peligrosísimos? Vamos que como nos den los resultados te van a mandar al hospital, bueno a lo mejor es lo que tu quieres.
  • Esos son idioteces, toda la vida hemos estado toda la vida llevando el bote envuelto en «papel albal» y no ha pasado nada y ahora se ponen remilgados y no quieren que lo llevemos así. Pues yo lo llevo sí o sí.

. Anda, haz el favor de traer aquí el tubo ese que voy a meterlo como sea.

Como pude conseguí abrir el tubo e introducir el «preciado líquido» aunque mi madre seguía erre que erre con llevar el bote del potito al centro de salud.

Cuando llegamos había ya una cola inmensa de personas de avanzada edad esperando impacientes a que las enfermeras recogieran sus muestras de heces y orines. Los ancianos increpaban a una de ellas porque habían empezado a recoger las muestras muy tarde. Un enfermero con gran parecido a Fernando Esteso indicaba a las masas que hasta que no se tranquilizasen no iba a comenzar a pinchar a la gente.

Por mi cabeza pasó por un momento la imagen de ese enfermero que, sufría diariamente el estrés matutino, pinchando a la gente con «saña» y haciendo que esas personas sufrieran en sus carnes flatulentas el dolor de una persona que todos los días tenía que recurrir al lexatín por culpa de ellos.

. María, María que ya me toca, dale los papeles a la enfermera que se me pasa la vez. 

Me acerqué a la enfermera rauda y veloz antes de que alguno de los Walking Dead se adelantasen y me quitasen la vez con tal de salir triunfantes de ganar unos minutos y colarse ante una persona más joven que ellos. Acerqué el tubo a la señora y me miró con cara estrañada.

  • Este tubo no vale, ha sido manipulado por ustedes.
  • Pues yo no he tocado nada- me precipité a decir- me lo dieron así en la farmacia.
  • Pues así no vale. Lo siento.

AQUI ES CUANDO ENTRA EN ACCIÓN MI MADRE…

  • Mira que te he dicho que no abrieses el tubo, que no iba a servir, mire que le he dicho a mi hija que no hiciese eso y ella dale que dale y yo creo que se ha cargado el tubo….
  • Mama, por favor, te puedes callar…..
  • Y encima no quería que trajese este bote, vamos es que tiene delito, menos mal que yo que soy previsora lo he echado en el bolso, así que puede coger la muestra de aquí. 
  • Creo que no es momento para eso mamá, ya volvemos otro día si te parece…- en esos momentos me sentía como un gusano creando su propio foso para no aparecer nunca más por el exterior-.
  • No me da la gana, yo he traido el bote para algo y de aquí se pueden sacar los tubos que quieran.

La enfermera no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Atónita escuchaba la conversación sin poder articular palabra alguna.

  • Señora lo siento pero así no podemos analizar la muestra, van a salir todos los resultados alterados. 
  • Venga mamá, no seas pesada y vamonos.-notaba que a mi alrededor los ojos de la gente vigilaban nuestros pasos- Dame el bote y vamonos por favor.
  • No quiero, no me da la gana….

Intenté agarrar el bote del potito y ya os podeís imaginar lo siguiente: bote por el  suelo, orín regado en la bata de la enfermera, cristales del potito por el suelo y vergüenza suprema de una mujer estresada. ¿ Que más puedo pedir?

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