Independientemente de la edad que tengan, los niños pueden sufrir ansiedad. ¿Cómo podemos saber si nuestro hijo está sufriendo ansiedad? El Doctor en Psicología Fernando Miralles y una redactora del equipo de «Trucos de mamás» nos dan las claves para descubrirlo.
(Extracto del libro «Como enfrentarse con éxito a exámenes y oposiciones» Ed. Pirámide)
«La ansiedad nos acompaña casi desde el momento en el que nacemos. Es evidente que en los primeros años no tenemos exámenes propiamente dichos, pero ya desde el mismo momento en el que salimos del vientre de nuestra madre nos tenemos que enfrentar a otro tipo de vivencias que también nos generan ansiedad.
Cada etapa de nuestra vida tiene sus propios “factores estresantes” que de no ser manejados a tiempo pueden generar ansiedad. Las personas, las cosas o situaciones que generan ansiedad son muy personales, aunque es verdad que hay algunas que suelen ser más comunes dependiendo de la etapa de la vida en la que nos encontremos. Cómo en este libro nos hemos centrado sobre todo en la ansiedad que pueden generarnos los exámenes, a continuación hemos querido realizar un recorrido por las diferentes etapas escolares y las situaciones que, pueden fomentar la aparición de esta emoción negativa. Dentro de cada etapa haremos una exposición sobre los factores estresantes más comunes y las formas de eliminarlos o reducirlos significativamente.
De 0 a 3 años
La separación de los padres suele ser la principal fuente de ansiedad en esta etapa
Los expertos dicen que se comienza a “sufrir” desde el primer momento en el que tomamos contacto con el mundo. Desde el esfuerzo físico para respirar, pasando por el cambio de un medio líquido a otro en el que el peso que soporta el bebé es mayor, o los cambios de temperatura, todo es nuevo para el niño. Tras esta “traumática” experiencia comienza una nueva vida en la que no tardaremos mucho tiempo en tener nuestro primer contacto con la ansiedad.
Una de las primeras ocasiones en las que esta emoción aparece en nuestras vidas es el momento en el que nos tenemos que separar de nuestros padres. La sociedad del siglo XXI en la que vivimos, ha sufrido grandes cambios, siendo uno de los más importantes la incorporación de la mujer a la vida laboral. Antes eran ellas las que se encargaban del cuidado de los hijos y de la casa, pero en este momento son mayoría los hogares en los que ambos miembros de la familia trabajan. ¿Qué significa esto? Que muchos niños son separados del entorno familiar cada vez a una edad más temprana.
Encontramos bebés que, con cuatro meses, ya tienen que ir a la guardería y, aunque el tiempo que pueden llegar a estar separados de su familia puede ser corto (dos o tres horas), es suficiente para provocar en ellos una inseguridad que será la culpable de generar algunos signos de ansiedad, como que el niño comience a llorar cuando le despertamos por las mañanas, que vomite el primer biberón del día, o lloros cuando se acerca a la guardería. Esta emoción, surgirá en muchas etapas de su desarrollo vital, por lo que es fundamental que los padres cuenten con herramientas eficaces que permitan identificarla y combatirla.
Afortunadamente algunas familias cuentan con el apoyo de los abuelos, figura fundamental en el cuidado de los niños en esta época, o de otro tipo de cuidadores. Aunque los abuelos cuidan a los nietos igual que si fuesen sus padres, este cambio de cuidadores también es el responsable de generar cierta ansiedad en los pequeños. El apartarles del entorno familiar (padres) en el que han vivido sus primeros meses, supone un estrés para ellos, que poco a poco se irá disipando cuando este cambio de cuidadores (abuelos) se convierta en rutina.
A esta primera separación de los padres hay que unir las numerosas novedades que acompañan a los niños en esta nueva etapa de su vida, como el aumento del tiempo que pasan en la guardería o escuela infantil. Muchos de ellos se enfrentan con jornadas maratonianas de 7 horas separados del entorno familiar (o incluso más). Si lo comparamos es como una jornada de trabajo de un adulto en un entorno en el que todo es nuevo para él: el lugar, el cuidador, los compañeros, las actividades, etc. Es como si a nosotros de un día para otro nos cambiasen de ciudad, de trabajo, de rutina. ¿Quién no tendría ansiedad ante un cúmulo tan importante de cambios?
Y por si fuera poco el niño debe hacer frente a numerosas enfermedades que debilitan sus defensas, sobre todo los que van a guarderías o centros infantiles, ya que están expuestos a sufrir un mayor número de contagios. Esta situación hace que el niño sea mucho más vulnerable a todo lo que ocurre a su alrededor, y por lo tanto más proclive a sufrir ansiedad.
También el final de una etapa vacacional (en la que normalmente han estado en compañía de padres y familiares todo el día) suele ser otro de los factores que pueden alterar a los pequeños. La nueva separación de los padres y la vuelta de antiguas rutinas (levantarse antes, ir a la guardería, cambio de profesor, etc.) causan de nuevo nerviosismo y ansiedad que deberemos tratar cuanto antes para que el niño se acostumbre a los cambios y los asimile con absoluta normalidad.
Factores estresantes
- Separación de los padres para comenzar a ir a la guardería (normalmente a los 4 meses, pero hay bebés que, por las circunstancias personales de sus padres tienen que ir antes).
- Conocer y habituarse a un nuevo cuidador (en el caso de que los padres decidan contratar a una persona que cuide del pequeño).
- Vuelta de las vacaciones o de periodos en los que no van a la guardería.
- Enfermedades frecuentes.
- Cambio de rutinas.
- Cambio en los turnos de trabajo de los padres.
- Muchas horas dentro de la guardería.
¿Cómo podemos detectarlo?
- Lloros al llegar a la guardería.
- Vomitar el primer biberón.
- Que los cuidadores nos informen de que el niño está llorando casi todo el día (hay que decir que esto puede pasar el primer mes de adaptación sin que sea patológico, ya que es parte de la acomodación del niño a un nuevo contexto).
- Despertarse por las noches con pesadillas cuando antes no las tenía.
- Dormir intranquilos y con sobresaltos.
¿Qué podemos hacer?
Decir al cuidador que todos los días lea la agenda escolar. Este tipo de agenda es muy común en colegios y guarderías. Consiste en un documento en el que día a día, tanto padres como cuidadores anotan cualquier situación importante que le haya pasado al niño y que consideren que tiene que saber la otra parte. Este será el vínculo de información entre padres y cuidador.
- Respetar sus rutinas.
- Realizar junto con él ejercicios de relajación.*
- Enseñarle a hacer respiraciones abdominales.*
- Intentar que estén en la guardería un tiempo prudencial y que nunca sea excesivo.
- Si económicamente se puede, que el cuidador vaya a casa del niño para que esté en su ambiente el mayor tiempo posible. A partir de los dos años puede ser mejor que vayan a la guardería para que aprendan a relacionarse con los demás niños.
- Cambiar lo menos posible (dentro de nuestras posibilidades) de cuidador.
- Llevar al colegio su juguete favorito.
- Que el niño vea que padres y cuidadores hablan y que hay una relación cordial entre ellos.
- Que el niño duerma siesta en la guardería o en casa siempre que sea posible.
*Todas las actividades señaladas con asterisco están explicadas en páginas posteriores de este libro.
Educación infantil (de 3 a 5 años)
Los exámenes comienzan a ser continuados en esta etapa y pueden generar ansiedad entre los pequeños
Hemos visto que, cada vez con más frecuencia, los niños comienzan su actividad escolar mucho más pequeños, pero también son habituales los casos en los que los padres, si su trabajo y circunstancias personales se lo permiten, prefieren retrasar el ingreso en el colegio hasta que cumplen los 3 años, edad en la que comenzarán ya en el segundo ciclo de educación infantil.
Al igual que pasará posteriormente, el cambio de ciclo puede llevar consigo un cambio de profesores, compañeros e incluso de colegio, por lo que el niño puede manifestar una sensibilidad mayor a estos cambios y tener ansiedad. Podemos preparar al niño para que se enfrente a ellos y consiga superar esta etapa con éxito. Para que el niño sufra menos, existen técnicas como la de llevarle al colegio nuevo (o cerca del mismo) en verano para que vaya reconociendo el colegio; intentar que conozca a algún amiguito o vecino que vaya a ir al mismo centro para que, sobre todo los primeros días, vayan juntos; comentarle lo bien que se lo va a pasar en la nueva clase y lo que jugará con sus nuevos amigos y profesores, etc. Esta etapa durará hasta los 6 años, edad en la que se pasará a la educación primaria.
Aquellos niños que no han sido escolarizados hasta este momento comienzan a sufrir todas las “novedades” que ya relatamos en el anterior apartado: la ansiedad de la separación de sus cuidadores, duermen menos horas, pasan mucho tiempo en el colegio, son más propensos a sufrir enfermedades, o tienen un exceso de actividades extraescolares que no hacen más que aumentar el tiempo que el niño está separado de su entorno, con todo ello es muy probable que comiencen a manifestar alguno de los síntomas relacionados con la ansiedad.
Por otra parte los niños que ya habían experimentado este tipo de emoción en la etapa anterior están mucho más preparados ante cambios tan grandes (aunque, como hemos dicho y seguiremos repitiendo a lo largo del libro, los cambios afectan más a unas personas que a otras).
Otro de los factores que más incide en los niños durante esta etapa es el tema de la comida, ya que, al aumentar el número de horas lectivas son muchos los que se quedan a comer en el colegio. Acostumbrados a comer en casa, y a que en numerosas ocasiones su madre o cuidadores se armen de toda la paciencia que poseen para enfrentarse a la hora de la comida, ahora se encuentran con que tienen que comer en menos tiempo cosas que quizás no les gusten y con una persona “vigilándoles” para que no se dejen nada en el plato. Para algunos de ellos este momento, que debía ser placentero, se convierte en un verdadero “examen” y como tal se tienen que enfrentar a él.
Hay una solución muy efectiva que cada vez practican más colegios, y es que todos los niños empiezan a comer al mismo tiempo, y cuando terminan de comer todo lo que les han puesto en el plato pueden irse a jugar al recreo del colegio (motivación positiva). Esta práctica es más motivadora que estar siempre castigando al niño que tarda en comer (motivación negativa) ya que acabará relacionando la comida con momentos negativos del día.
Factores estresantes
- Enfermedades frecuentes.
- Cambio de rutinas y/o de cuidadores.
- Cambio en los turnos de trabajo de los padres.
- El momento de la comida se convierte en un “examen” para muchos niños.
- Pasan muchas horas fuera de casa.
- Cambio de ciclo y por lo tanto para algunos de colegio y de compañeros.
- Separación de los padres para comenzar el colegio si todavía no ha ido a la guardería.
- Vuelta de las vacaciones o de periodos en los que no van a la guardería.
- Mala comunicación entre los padres, discusiones o ambiente familiar tenso.
- Separación de la pareja.
Cómo detectarlo
- Lloros al llegar al colegio.
- Vomitar o tener dolor de estómago en el desayuno.
- Dormir con sobresaltos.
- Despertarse en mitad de la noche con pesadillas cuando antes no las había tenido.
- Volver a hacerse pis por las noches.
- Comerse las uñas de manera compulsiva.
- Tirarse del pelo e incluso hacerse calvas.
- Que los profesores nos informen de que el niño está mucho tiempo llorando, se encuentre triste o esté intranquilo.
- Peleas frecuentes con el resto de sus compañeros.
¿Qué podemos hacer?
- Mantener la agenda escolar al día entre padres y profesores, así los problemas se detectarán desde un principio y se podrán solucionar antes.
- Respetar sus rutinas.
- Ejercicios de relajación. *
- Enseñarle a hacer respiraciones abdominales. *
- Intentar que estén en el colegio un tiempo prudencial. Cuidado con el exceso de actividades extraescolares si no son imprescindibles.
- Llevar al colegio su juguete favorito (aunque no lo puedan sacar de la mochila).
- Que el niño vea que padres y profesores hablan asiduamente y que hay una relación cordial entre ellos.
- Que el niño duerma siesta en casa siempre que sea posible.
- Hablar con el niño para anular incertidumbres sobre el centro, los profesores y los nuevos amigos.
*Todas las actividades señaladas con asterisco están explicadas en páginas posteriores de este libro.
Educación Primaria (de 6 a 11 años)
Las actividades extraescolares ocupan gran parte del tiempo de ocio de los niños.
Es en esta etapa cuando los niños comienzan su primer acercamiento con los temidos “exámenes”. Los padres deben dar la importancia justa a los mismos, sin asustar a los pequeños, pero haciéndoles entender el valor que tienen y la importancia de esforzarse para aprobarlos. En este periodo es fundamental que se refuerce la autoestima del niño y ayudarle a que entienda los contenidos que le están impartiendo en la escuela. “Entender” los contenidos no quiere decir “hacerle los deberes”. Algunos progenitores, por un erróneo complejo de culpabilidad, cansancio o comodidad, comienzan a hacer los deberes a sus hijos, creando de esta manera un mal hábito de estudio que pasará factura más adelante.
Con esto les estamos haciendo un flaco favor a nuestros hijos ya que, en primer lugar, “se acostumbran” a que los padres realicen sus tareas, no aprendiendo a valorar el trabajo y el esfuerzo, y en segundo lugar y más importante, les estamos privando de aprender por sí mismos la materia, y por lo tanto podemos perjudicar su desarrollo intelectual.
Volviendo al tema de los exámenes, es importante que los padres no castiguen al niño que ha suspendido una materia, sino que tienen que enseñarle posibles soluciones para que esto no vuelva a ocurrir. Este momento es inmejorable para ir introduciendo pequeñas técnicas de estudio y hábitos que, en un futuro, permitirán al niño enfrentarse sin miedo a los innumerables exámenes y evaluaciones que tendrá a lo largo de su vida.
Además de estos primeros exámenes (algunos de ellos “sorpresa”, hecho que puede aumentar la inquietud de los niños), nos encontramos con el gran abanico de actividades extraescolares a las que apuntamos a nuestros hijos: kárate, inglés, informática, natación, etc. Estas actividades hacen disminuir el tiempo que los niños tienen para estudiar, por lo que es importante que los padres las distribuyan de una manera eficaz y racional, y comiencen a elaborar junto a ellos, un horario de actividades en el que tengan cabida tanto las horas de estudio como las de juego.
Factores estresantes
- Multitud de actividades extraescolares.
- Separación de la pareja.
- Falta de tiempo para estudiar y jugar con los amigos.
- Enfermedades (aunque en esta etapa comienzan a disminuir).
- Cambio de profesores y de compañeros debido al cambio de ciclo.
- En algunos colegios cambio de compañeros (hay centros en los que, cuando pasan de curso, los niños cambian de clase. Esta acción es positiva para que se conozcan y crezca en ellos el espíritu de grupo dentro del mismo colegio).
- Cambio en los turnos de trabajo de los padres.
- El momento de la comida se convierte en un “examen” para muchos niños.
- Vuelta de las vacaciones.
- Mala comunicación entre los padres: discusiones/ambiente familiar tenso.
- Comienzo de exámenes. Es importante que estén motivados en hacerlos bien y no en sacar mejores notas que sus amigos.
¿Cómo detectarlo?
- No querer levantarse por las mañanas diciendo que están enfermos.
- Lloros al llegar al colegio.
- Dolor de estómago o vómitos en el desayuno.
- Que los profesores nos informen de que el niño está intranquilo, triste o se pelea constantemente con el resto de los niños.
- Dormir con sobresaltos, tener pesadillas o volver a hacerse pis por las noches.
- Comerse las uñas o tirarse del pelo de manera compulsiva.
¿Qué podemos hacer?
- Fomentar la autoestima del niño.
- No sobrecargarle con actividades extraescolares.
- Comenzar a darle responsabilidades sobre su estudio (planificar los horarios, hacerse cargo de los deberes).
- No hacerles los deberes.
- Enseñarles a planificar los tiempos de ocio.
- Dar la importancia justa a los exámenes (no sobrevalorarlos, pero tampoco adjudicarles “valor 0”).
- Empezar a introducir técnicas de estudio como la organización de la agenda.*
- Utilizar técnicas de motivación en vez de utilizar el castigo. *
- Enseñarle a llevar su agenda al día.
- Respetar sus rutinas.
- Ejercicios de relajación. *
- Enseñarle a hacer respiraciones abdominales. *
- Que el niño vea que padres y profesores hablan asiduamente y que hay una relación cordial entre ellos.
- Intentar anular los exámenes sorpresa, ya que pueden crear incertidumbre y ansiedad generalizada en el niño.
- Hablar con el niño para anular incertidumbres sobre el centro, los profesores, los nuevos amigos y problemas fáciles de solucionar en un principio.
- Ayudarle a estudiar. *
- Apoyarle si hay una bajada de notas, sobre todo cuando suspenden. *
*Todas las actividades señaladas con asterisco están explicadas en páginas posteriores de este libro.